viernes, 18 de febrero de 2011

Chuecatown 1 (II)

CHUECATOWN. Esto no es Candy, Candy

Reportaje realizado por Carlos Córdoba y aparecido en
el nº 57 de la revista Odisea, en mayo del año 2002

     Rey y Leo, los narigudos protagonistas de Chuecatown, acaban de trasladarse al barrio de Chueca donde comienza para ellos una nueva vida en pareja rodeada de esos pequeños detalles que a cualquier homosexual le harían sentir un poco más feliz: vivir con tu novio y que el  vecino no piense que sois primos, no tener que llamar a un taxi para volver a casa después de una noche de farra, disponer de una tienda de ropa a la vuelta de la esquina para no olvidar que la licra este año es supertendencia y, en definitiva, ingresar en  el privilegiado grupo de residentes en esa Disneylandia del amor (gay) llamada Chueca.

Reacciones de tres de mis cincuenta mejores amigos al ver por primera vez Chuecatown.
1.- ¡¿Pero esto qué es?! Ah… un cómic. ¡¡Y qué le hacen a ese tío!! ¡¡Pero si se la están chupando!!
2.- Pues los dibujos son muy monos. Me recuerdan a los de Sabadabadá.
3.- Esto es un poco fuerte, ¿no? Creo.

     Leo (un marica de los que no quedan, dispuesto siempre a travestirse para su novio) y Rey (un insaciable adicto al sexo) conocerán a su llegada al barrio a un sinfín de personajes propios del selecto club en el que acaban de ingresar: Bárbara (una cocinera ídem), Kínder (conocido así  por la sorpresa que esconde)… Todos ellos habitan en los alrededores de la Plaza de Chueca (el  retrato del entorno incluye los horrorosos y escasos bancos que ha colocado ese terrorista urbano llamado Álvarez del Manzano) y, lo que es más importante, comparten un mundo libre y desenfadado de amistad, fraternidad, y a qué negarlo, sexo, sexo y más sexo. Porque, digámoslo cuanto antes, Chuecatown no es Candy, Candy. Ya en la cuarta página la escena es lo suficientemente explícita para que nadie se lleve a engaño. Sirva de aviso la máxima vital de Rey: “una fiesta gay sin sexo no es una fiesta gay”. De hecho algunos de los primeros lectores de este cómic, a los que he hecho referencia antes, me sugerían una lectura a una mano de Chuecatown.
    ¿Realidad? ¿Ficción? ¿Ganas de fardar delante de los amigos? Uno nunca sabe cuando se trata de la gente a la que estaría dispuesto a donar un riñón sin pedir nada a cambio.
    
    

 Rafa(el) Martínez Castellanos, la mente calenturienta de la que han salido Leo y Rey, nació en Madrid en 1965 y desde entonces no ha dejado de dar la tabarra: que si una exposición de pintura, que si con esos ojos yo te hago un poema, que si déjame a mí esa pared que yo le pinto un grafitti… en fin, que se puso pesado y, como para colme es gracioso, se inventó el microcosmos Chuecatown para satisfacción de sus seguidores en la revista Sex Madrid y Sex Barcelona y sorpresa de los que todavía no lo son. “Mi intención es sacarle coña a todo. Meterle caña para evitar la autocomplacencia que se está creando entre los gays”, comenta a escasos días de que salga a la venta el cómic. “Tanto a los hetero como a los gays que ya lo han visto les ha gustado. Le hemos metido sexo porque al fin y al cabo es algo que nos toca a todos, pero lo importante no es sacar pollones y mamadas. Es un cómic más de ideas, en la línea de Ralf Köning”.
     En ese mundo inventado en el que todo aparece retratado de prefil (¿no inventó Mariscal el “plano chafad” con Cobi?) Rafa aprovecha para reinventar la historia y darle un toque queer a personajes más o menos históricos Gaylileo Gayliley,  Federico Gayrcía Lorca, Ruiz Gayllardón), y de paso meter mano a unas cuantas vendettas personales: las acrobacias mentales de las familias para aceptar a un hijo gay (por no hablar de un “nuero” homosexual), la reivindicación del “Día del orgasmo gay” y el descubrimiento del nº 31 como el más gay de todos (tiene explicación, pero no la voy a desvelar). Y yo que pensaba que era el 5…

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